martes, 10 de enero de 2012

El desencanto

En algunos momentos asoma una sonrisa agónica, sarcástica e incluso destructiva a mis labios, la frente se muestra surcada por esos pensamientos turbios donde se crean las arrugas, dejando paso a una cara de pasmosa incredulidad.

Ya sea por lo leído esa mañana y las reflexiones que uno hace; se rumorea que en estos tiempos se ha perdido el grado de autocritica, se habla de ese futuro ruinoso de la juventud y se le adjunta a esta un desplegado digito abarcando una gran parte de la vida adulta, olvidando a los que ya no forman parte de ese núcleo numérico, dándoles quizás el descartado, pues dentro de esa palabrería de futuro son ellos los que lograran crear y hacer algo, mientras que los que hemos dejado ese transcurso de la jovialidad no entramos en el marco de la creación, aportación o fuerza vital. Esperan que agonicemos en ese futuro, robándonos nuestro presente.

Se han jactado de insinuaciones de salvación ante la demanda de soluciones, que el ciudadano a pie requiere, llegado el momento esperan que la memoria colectiva se aferre a la nuevas palabras cautas de “esto será muy difícil” ¡para quienes! Aquellos que estamos año tras año en el paro, sin la esperanza de tener una vía de escape, cuando la edad va pasando y las empresas buscan unas edades concretas. Y luego llega el listo de turno donde el descaro se hace viperino y nos avisa de la autocritica. Reflexión mientras se sube por la escarpada montaña del poder, mientras los que ansían esa subida, no tengan problemas reales, hablar del futuro es su mejor baza, pues así no recabamos en lo que día a día, no tenemos. Aniquilando desde ya esa posibilidad de bienestar que por ley se nos he dada en el nacimiento, al no estar expuestos el computo numérico de la juventud.

Es irónico en los tiempos que corren tener que aferrarte otra vez al idealismo político, más cuando hace bastante tiempo dejamos de margen la idiosincrasia, en el justo instante en que no se cree en ella, nos debemos acoger a una fe itinerante como reclamo de nuestros derechos.