miércoles, 12 de diciembre de 2012

Año nuevo.

 Estamos en las entras rozando las puertas de un nuevo año. Entre todos los pensamientos que recorren el cerebro, alcanzo a retener dos con fuerza. Qué fácil fue la del año pasado un simple reto de lectura, cuanta comodidad en un acto ligero, con ganancias para una misma y ninguna complejidad ante la perdida. Este año, voy a dejar por el camino mochilas, pesos, ambigüedades y quebraderos de cabeza.

 No, no quiero una vida tranquila, pero si un alma sosegada. Voy a darme un valor como, persona, como amiga y cuantas etiquetas encuentre en esa relación, de carne, huesos, músculos, corazón y conciencia. Por una vez voy a exigir la misma cantidad que pienso que ofrezco a los demás, no solo migajas en las cuales me siento defraudada, robada, utilizada.

 Sí, voy a ir sacando, personas, situaciones, sentimientos, torpezas en un camino hacia delante, puede que sea un camino equivocado, pero será el mío, aquel que yo decido. Y esta vez no me dolerá, no sentiré ese desgarro de partes de mi cuerpo.

Es mi primera certeza ante los trescientos sesenta y cinco días que llegan.

 Otra de esas ideas que recorren con ansiedad mi cabeza esta mañana, va unida a una continuación, las metas trazadas aun no en las manos, esas pequeñas cosas en las que cualquier persona, cada año se ve inmersa por matar el tiempo. Pero a la vez ampliarlas, tengo hambre de conocimiento y no sé cómo llegar hasta él.

 Vuelve también un deseo liviano, esa parcela verde de mí misma, naturalista y ecologista, dando zancadas para aproximarse haciéndose escuchar. Cuantas veces habré dicho “quiero plantar un árbol”, rezagado en el tiempo de un futuro. Que de dudas ante ese acto. Mucho he querido abarcar en ese aspecto y que poco he hecho en realidad. Sea frutal o no este año quiero plantar mi árbol, dejar esa constancia de mi existir.

 Me espera un futuro, necesito prepararme para él, quiero vivirlo como presente y no como algo lejano que nunca llega.

 ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!