martes, 8 de noviembre de 2022

Reiteración de encorajiná


Empezar una entrada escribiendo “qué coraje me ha dado”, puede acarrear unas cuantas burlas, inclusive esos pensamientos de “esta mujer no sabe escribir” seguido de un “que vulgar” y a todo esto yo lo llamo clasicismo o simplemente le doy la vuelta, cojo el diccionario de sinónimos y pongo “cuánta irritación”. Sea como quiera contestar es tal cual, así me sentí y lo que mi mente llego a deducir, “qué coraje” y aquí lo dejo escrito.

De esas mañanas, regulares, con mil cosas que hacer, recoger la casa pues pareciera que cuando esta ordenada por una habitación las otras por ensalmo de algún espíritu burlón, se quedaron en plan necesitamos tu atención, nada, una vuelve a remangarse las mangas y volvamos a empezar; estudiar esquematizar los temas, preparar un examen, revisar los apuntes, quieres acordarte y reflexionar cual fue la razón que te llevo a echar la matricula..., planificar otra vez el día pues se volvió al revés, arreglarte, respirar, tomar un café, esas mañanas en las que no te dejas nada excepto a ti misma.

Y compuesta y arreglada, te marchas a la calle, tienes otras tareas apuntadas para hacer sin falta, todas esas que no puedes hacer de ordinario y las dejas atesoradas y conjuntadas, para unas pocas horas. Que se estirarán según tus creencias de ser la mujer elástica y llaga a todos los lados o mejor aún, eres la súper amiga del dios Kairós, ni lo conocen en su barrio y te regala ese momento oportuno y en el último segundo. No, la realidad de los segundos, los minutos y las horas es que llegan a ser cortas, cuando más se necesita una mañana se va en dos capítulos de tu serie favorita. Volvemos a reajustar, como cuando hace años llevábamos la ropa a arreglar en la modista, según nos quedara chica o grande, ahora en vez de tela se recorta tiempo y tareas, borrando, tachando, con muchísimo estrés y con la ansiedad de no llegar.

Apuras el momento hasta para llamar al ascensor para subir a casa, con el tiempo justo de preparar la comida, menos mal que tienes todos los ingredientes en la nevera y todo controlado. En este punto de la escritura, tengo unas ganas de llamarme botarate, en fin, mejor decir cuan cándida que fuiste amor.

Sí. A la idea fija de que al menos no has de pasar por el súper y te ahorras esa tarea, le sumas el olvido táctico de no revisar la nevera o la despensa, no me refiero a mirar si falta algún producto, que también, si no ese mirar detenidamente fijándote en sus fechas de caducidad, tener una nevera saneada y una despensa adecuadamente elaborada y productiva. ¡Eres una mujer todo terreno del siglo XXI, no mejor aún del XXII, como tú pocas hay! Ni, a mi abuela se le pasaba la fecha de caducidad. Pues eso, con todos los condimentos cortados, con todo programado en los fuegos, y cuando voy a abrir la lata de tomate, este lleva caducada una buena temporada, nada, no hay apuro, tengo tres latas más. En serio, ¿de verdad?, alma de cántaro, va por lotes, si compras en el mismo día varias o en la misma semana, seguramente serán del mismo lote, traducción ¡MISMA FECHA DE CADUCIDAD! ¿queda claro?, como el agua, ni replicarme me atrevo, me dio muchíiiiisimo Coooooraaaaje.

No, eso no se dice, mejor Irritación, piensa, no veas todo rojo y tu envistiendo, deja paso a la claridad, ¡que tú puedes mujer, que eres una 4x4! Recuerda ser resiliente, hasta en las pequeñas cosas valen. Sinceramente, no sé si decir son cosas de la edad, de tomarte las cosas con otra visión, una vez perdida...qué más da, si fue por las clases de psicología o fue porque eran ya las tres de la tarde, con un hambre canina, una por diabla sabe mejor cambiar las tornas. Sin tomate el plato del medio día, con otro toque de gracia con una pizca de pimienta más otras especias y una gran dosis de autoestima, qué buen plato, salió de rechupete y con el coraje de irritación lo moje en el café para merendar, la cena esa ya fue otro cantar.

¡Qué irritación con la caducidad!


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