lunes, 16 de noviembre de 2009

Cartulina de plástico

El tiempo que llevo sin escribir lo he dejado pasar en un sinfín de lecturas. Tengo una columna de libros en mi mesa: leídos, por leer, anotaciones de otros, una lista para la cesta de la compra, pues una vez en la librería olvido con facilidad los títulos que deseo, volviendo a casa quizás con uno de todos ellos y algunos más que no tenía ni intención de comprar… La agonía de refrenar los impulsos de compradora compulsiva me llevaron al gran salto.

¡Sí, señores, tengo carnet de biblioteca!

Qué nadie se lleve a engaños, cuesta mucho sacarse esa cartulina plastificada; no por el tiempo o su pérdida de una espera en la fila, sino por la simpleza de tener que llevar a otra estantería que no es la tuya el libro una vez terminado. Cuando una lectura ha sido gratificante en ese espacio de sentimientos donde la pena por la finalización se hace un mundo interior, se trasmite el consuelo instalando ese conjunto de papel y tinta cerca de uno mismo, con la posibilidad de alzar la mirada y que sus personajes te sonrían desde sus páginas.
Sí, todo esto me puede costar dos quejidos de hígado, parecen que te han molido a palos; como no me veo con ganas de pasar por ese transito, guardo aun en la cartera la tarjetita de cita con el infierno, sin muchas ganas de usarla.

Exagerada, me pueden decir, ¿tan incomprensible puede llegar a ser el afán de guardar los trozos que forman parte de tu vida?
Cuánta adversidad se encuentra acuñada en un rectángulo rígido, ninguno dirían muchos, sólo es dejar una porción insignificante de ese espacio corto del tiempo de tu propia existencia, abandonar cualquier sentimiento en ese anaquel donde otras manos atesoren esa clase de dicha.

El escaso espacio de cuatro paredes, esa realidad hambrienta logra sin que una quiera limitar el anhelo; en el momento que no se puede con todo, lo mejor es buscar soluciones y no estar lamentándose de la fatídica suerte.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Me gusta leer

No se puede decir más…

martes, 15 de septiembre de 2009

¡Qué belleza de noche!

En horas como estas de las seis de la mañana, echar mano del móvil y tener una charlita con un amigo, es simplemente impensable si se tiene sensatez con una pizca de pudor, no es muy agradable ese recordatorio de toda la familia “muy bien, gracias”, si por un casual mi mano no se puede contener y marca un número.

La tentación es bastante fuerte, pobrecito él o ella, estará en el lugar de los bellos sueños de esos tantos que por la mañana ni recuerdas, ¡pero qué bien me he levantado, qué sueño más reparador! Bien pensado una se imagina ante tal imagen la cera líquida para los muebles, pero si para ellos ese sueño aceitoso y pringoso les sienta bien, como voy a tener la crueldad de despertarlos, por que los míos más que sueños sean pesadillas clavadas en la garganta.

Comienza el dilema, no por vueltas en las sábanas, te traerá la paz nocturna en realidad empiezas a enfadarte con el enredo de tela a los pies.

Vamos a contar animalitos ¿cuál toca esta noche? Las ocas otra vez no, la ultima terminaron picoteándome toda ¡cuánto me acorde de la mamá oca! ¿Caballos trotando por la colina? ¿Y si me caigo y me rompo la pierna? Muy bien que sea una imaginación para conciliar el sueño, ¡a caso no es angustioso contar un caballito “puñetas como me caiga”, dos caballitos “tú como me tires te zampo un mamporro”! definitivamente no me sirve, al llegar al cuarto estaría más desvelada que si llegara un vampiro a chuparme. ¿Cerditos rosados con los rabos tan graciosos que tienen? Posibilidad a la vista, imagen proyectada, cuerpo relajado mente abierta ¡allá vamos! “un cerdito, dos cerditos, un segundo tiempo muerto” requisito número Uno para contar cerditos, no ponerles caras conocidas ni mucho menos nombres de los desafortunados.

Una persona coherente me diría que contará ovejitas es lo de toda la vida, naturalmente no me conoce mucho para decirme eso, yo se lo agradezco en el alma, pero estaría todo el rato queriendo callar su “beee” no fueran a despertar a los vecinos, no es grato pasarme la noche con el “shiiissssss callaros por vuestra madre”.

Sí, tal como podemos apreciar, no quiero comprar nada por lo tanto la televisión y sus tele-ventas quedan descartados, los programas musicales han pasado, o me pongo a ver los pueblos terminando de amargarme más por no irme a cualquiera que despierte en mi la curiosidad y la posibilidad de recuperación de los brazos de ese señor Morfeo. Este endiosado majadero de traerme cánticos ensoñadores me atosiga con “Vamos a contar pesadillas tra-la-ra”, mi mente calenturienta ahora mismo tiene una idea muy mala, ya podría atragantarse un poquito con algún hueso de aceituna, y dejar la cancioncilla, con todos sus santos bueyes.

Muy bien, no tengo otra a preparar café, fumarme el resto del paquete, abrir una página en blanco, y hacer una nueva entrada al blog contando mi adorable noche, ¿a quién le puede importar las noches que yo pase? Aquí se asoma una maligna sonrisa a mi rostro, y una risa tenebrosa de esas que te ponen los pelos como escarpias, prefieres que te llame y te levante de tu encantador sueño, no me lo digas dos veces.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Verano

Cuento los días que faltan para que la estación veraniega llegue a su fin, no hay nada como la envidia sana o no tan loable, nada como para sentir una antipatía por una estación como que lleguen todas tus amigas, con la carne teñida en ébano y las ganas de contarte sus fechorías amatorias, sin duda alguna las calores marchitan las neuronas y no se encuentra mejor modo de reparación que un poco de tomar el trapo y quitar las telarañas de tanto invierno y tanto frío. Ya se sabe las recuperaciones con sudor son las mejores.

El verano sin ligar y sin ir a la playa no es tal, ya no hace falta tener un tinto con casera, eso quedó anticuado se debe obtener un poco más de piel al lado, sí, justamente esto es lo que prima hoy en día en cada playa, tener un amante para cada semana, que te lleve y te traiga la toallita y la sombrillita, te de la crema en la espalda y te diga que te ama como nunca antes amó. Sí, señores eso es el verano.

No puede haber vacaciones sin un francés del brazo, una no puede querer ponerse colonia de S3 si puede Chanel, qué descrédito usar colonia fresquita y limpia, una vez acabado el bote llega la hora de pasear por el coliseo romano, ni se les puede negar lo trabajadores que son, pues solo ver la de calzadas que hicieron, acueductos y conquistas que dieron. Llegado a este punto yo me pregunto y lo español dónde lo dejamos, en cual lugar ponemos a ¡nuestra armada invencible!, pérfidas amantes dejándolos de nuevo en el fondo del mar; mientras los grados estén no suena nada mejor que un “te quiero” de mentira en idioma extranjero, no vaya a ser tomado en serio.

La estación veraniega, con sus conquistas y batallas, sus excesos de licores, las aglomeraciones en los bares donde van cayendo sudores, las camas revestidas de palabras vanas, ¡que imagen más apoteósica! A esto se le llama vacaciones.

Aquellos que nos quedamos en casa sin todo ese despliegue de sentimientos pues somos ilusos sin saber vivir de lo bueno, atrás queda el jugar a las cartas y al clavo en el atardecer de la playa, la tranquilidad con su relajación, el ir a cenar a esa tasquita pesquera donde siempre tienes tu mesa y los comensales se conocen por su nombre de pila, las horas pasan lentas sin empujones, en donde no se mide unos días de descanso por los hombres que se conocen, las fiestas y las noches sin dormir en una borrachera.

lunes, 6 de julio de 2009

Postales

Cuando se va de viaje, solemos ir por las tiendas comprando regalos genuinos de la ciudad o el país en el que estemos, tenemos en la mente cada persona a la que deseamos agasajar con ese detalle. Una botellita de vino, un llaverito con el logotipo de la ciudad o su nombre en colores, un dedal, una muñeca, un mantel, un pañuelo, unos dulces que luego aparecen duros por el calor del viaje y muchas cosas más.
Mis amigas viajeras se quitaron de pensar qué me agradaría a mí, van directas a los expositores y miran las postales. Sí, me encanta recibir una postal con el matasellos de la ciudad en cuestión, con ese monumento típico que conforma la estereotipada imagen del lugar.

Esas instantáneas masificadas en series, logran sin quererlo transportarme desde las cuatro paredes de mi casa, unas por el ansia de verlo en vivo y otras por los recuerdos y sentimientos creados al estar allí, he de reconocer lo previsible que hay dentro de mí, me gusta pararme a mirarlas cuando paseo por las calles.
Incluso mientras voy preparando el viaje, busco directa las tiendas online de los museos para verlas y así averiguar aquello que me puede llamar la atención, muchas veces me he enamorado de una imagen y he ido exclusivamente a por ella sin mirar nada más, tengo la prueba viviente de ello en mí acuarela de la Catedral de Salisbury.


No, es tan curioso este detalle de pasión, hace unos días mientras estaba con mi sobrina en la tienda, llego una pareja con diecisiete postales del punto neurálgico playero del pueblo, más de una decena de hogares donde recibirán una imagen como recordatorio de lo vivido por otra persona, incitando a la vez a ir a gozar de ella.
Son un complemento más a esas tantas fotografías tomadas por una cámara digital, una estampa donde el miedo no cabe y puedes pasar los dedos tocándola o apuntalarlas en un panel sin el temor de que el polvo haga estragos y siempre es bien recibida.

Una tarjeta con muchos significados, el nacimiento de un bebé, las bodas de plata, un año más, amor, las hay de muchas formas, alargadas, con solapas para poder escribir cómodamente, chiquitas que caben en un bolsillo, para expresar todo o casi. Lo importante de ellas es que te hacen saber que eres especial para esa otra persona, cuando se paran y buscan una para ti, ya sea en una tienda de tu propia ciudad o en esos días de trayecto. Son un regalo mas de tantos que se hacen, para otros o uno mismo, guardando en una imagen la andanza vivida en esos momentos.

También se transforman en esa alegoría de trotamundos de cartón, recorriendo mares, cielos o ciudades hasta llegar a ti, caminando por ese viaje, que tu yo aventurero sueña con hacer.

martes, 30 de junio de 2009

Papel en blanco

Qué la vida es agotadora, lo sabemos todos.

Uno se cansa en muchas ocasiones, de las circunstancias, lo inesperado, aquellas cosas inacabadas, terminadas, un sinfín de motivos, llegados todos para una parada larga o corta, en la cual el cansancio es el sentimiento más apremiante. Convirtiéndote en ese papel arrugado de la papelera que no dice nada permaneciendo mudo, secándose poco a poco con el paso del tiempo.

¿Por qué permanece callado? ¿A caso no siente?

Una de las grandes excusas más usadas es la referida “imposibilidad de explicación”, en esta vida en la cual nos vienen diciendo que cualquier acto tiene una posible causa y por lo tanto su consecuente aclaración, el silencio se hace pecado.
Cuanta imperfección llena de sentimientos imposibles de darle voz, vocablos repletos de dolor, ¿por qué hay que darle forma? Si una vez nombrados, quedan atrapados en esa posibilidad de volverse en contra de todos.

Cuál es el provecho sacado de la hostilidad, la cruzada se gana con la prudencia.
La contienda existencial de la persona se alcanza, sin fuerzas ante el hastío, cuando nada es posible y todo se puede convertir en verdad.

Con el paso del tiempo la omisión se llena de madurez, todo lo que ha permanecido guardado se va plegando poco a poco, nunca alcanza la satisfacción que da el olvido ni se queda quieto, el mundo se va moviendo y uno sin quererlo con él. Aparecen nuevas eventualidades la vida te vuelve a dar en la cara, pormenores, lo casual, esas cosas inconclusas, otras finalizadas, un sinfín de motivos otra vez, volviendo a ser una cuartilla en blanco para poder decir o callar.

viernes, 20 de marzo de 2009

Posesión de tu nombre

Posesión de tu nombre,
sola que tú permites,
felicidad, alma sin cuerpo.
Dentro de mí te llevo
porque digo tu nombre,
felicidad, dentro del pecho.
"Ven": y tú llegas quedo;
"vete": y rápida huyes.
Tu presencia y tu ausencia
sombra son una de otra,
sombras me dan y quitan.
(¡Y mis brazos abiertos!)
Pero tu cuerpo nunca,
pero tus labios nunca,
felicidad, alma sin cuerpo, sombra pura.
Pedro Salinas 1923

martes, 17 de marzo de 2009

Primavera, blanca que te quiero blanca

Como cada año, ya casi estamos en primavera, total por tres días es como llamar a una puerta y esperar a que te abran.

Si en invierno en ese transito nos da por los armarios y sus arreglos de guardar ropa, sacarla, preparar mantas, cortinas, enseres de la casa y un largo hacer y deshacer. Cuando nos llegan los días soleados, las buenas temperaturas y las ventanas abiertas de par en par, se nos cruzan los cables. Es como el corto circuito y en vez de tener las hormonas inflamadas de pasión, vemos el erotismo en las latas de tintan lux.

Revestimos nuestros cuerpos con ropa vieja, en vez de darle color y suavidad a la piel, pues se quiera o no, manchas habrá que nos las puedan quitar ni el calvo más pintado ni el osito más mimoso. En algunos casos, se llama a ciertos caballeros para tal encuentro, llegando ellos con sus monos de faena, palos, cubos y brochas. Señores que tienen una habilidad en sus brazos dejándote encandilada con el sube y baja estirar, contraer.

Es como una letanía hipnotizante, hasta que te das cuenta de esas gotitas traicioneras, y nos vemos corriendo a por el cubo de agua y la fregona, las losetas, la madera, el bolso de las tardes, los muebles, ¡pero si estaban enfundados en sendas sábanas viejas! Mas todo lleva esa marca de nieve, y es que tu casa en un momento se ha quedado sin techo, ya no vives en una apacible ciudad o pueblo, no, ya estas en la misma Sierra Nevada y todo lo que cae es blanco y no es agua.

Y tu cuerpo se convulsiona, con una rapidez corriendo de un lado a otro, ya no te importa los buenos músculos, ni las voces roncas, solo es quitar manchas, mocho en las manos, paño en el sobaco.

El mejor momento está por llegar, siempre se rompe algo ¿pero no lo había retirado todo? Es invariable que le hayas tenido menos aprecio a ese cachivache, en el momento que lo has visto destrozado ya es una de las obras de arte de tu casa. Aun que sino recuerdas mal era un regalito de fulanita a la cual no puedes ni ver; te lo compró por quedar bien en las tiendas de los souvenir y es feo de verdad…aun por mucho pensar tu rostro se queda compungido en vez de aliviarse, mientras lo recoges con la escoba y miras de reojo como si quisieras echar un mal de ojo.

Ya cuando por tus doloridas articulaciones descansan en el sofá, tu mente solo piensa en miles de masajes, llega la noticia, “mañana volveremos sobre las nueve, para terminar”.

Sonríes como si tuvieras esa máscara endiablada entre el lloro y la risa histérica, mirando el reloj son las seis, ¿Cuántas horas llevas moviéndote como si fueras una peonza multicolor? La pintura caída, el agua en el suelo, el que no te hayas caído ha sido por puro milagro por que piruetas hiciste varias, si hasta saboreaste el sabor de la pared, tú cara quedó pegada a ella como si fuera una calcamonía, ¡y estaba pintada ya! Recolocar los muebles, con los ojos desorbitados por si algo les pasaba, pues una cosa es la rotura de algo insignificante y otra muy distinta los muebles de madera buena, ¿por que todo el mundo se piensa que pones tu casa con Ikea? ¡Cómo no ven la diferencia!

Imposible decir “mañana será otro día”, la igualdad o el empeoramiento puede caber en ese porvenir.

Tus tripas comienzan a sonar, ¿has comido? Una de esas risitas malévolas aparece por la garganta, ¡que buen día para comenzar la dieta! Después de todo no te hace falta ir al gimnasio, con pintar tu casa ya tienes el ejercicio necesario y faltan cuatro días más, te vas desparramando de puro gozo en el sofá, “sí, sin duda podré enfundarme en esos pantalones para la próxima semana”

Sí, blanquear la casa puede ser un infierno, pero también un peldaño a los cielos, según mires la ropa que no te entra.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Memoria peliculera


Ayer fue de esos días, que debería haber hecho muchas cosas, pero lo único que conseguí fue irme por las veredas de cualquier otro mundo, ¿soñadora?, no sabría decir, creo que la respuesta adecuada sería vaguitis aguda. Ensimismada en esos lugares pensaba necesito dar algo hoy, me enfrasque en buscar colores para regalar, arco-iris, recordé el que hace poco vislumbre desde un avión, y fue mi perdición.

Y como cuando estoy perdida mi manera de encontrarme es meterme en la librería, es lo que hice. Ya tenía en mis manos dos libros, preciosos ellos, pero ese rabillo de ojo tan indiscreto que tengo me hizo la mala jugada. Mi prima Maite “nena son las seis” hora de meter más moneditas en el contador de zona azul, porque como hay que pagar por aparca en tu propia calle pues a fastidiarse se dijo, en fin con esas prisas ¿qué podía hacer? Después de todo siempre caigo en las tentaciones, y esta que me hace ver y retener en mi mente otro libro que adoro, pues a la caja como si fuera el corre caminos.

Naturalmente cuando llegue a casa, se disipó la emoción un poquito, porque mi mente me jugo una mala pasada en la Abadía de Northanger (tita Austen naturalmente), solo se nombra una vez en el libro y por el personaje que peor me cae, mientras que en la película cambian los libros de hay mi equivoco, ¿Cuántas veces, se superponen imágenes de un film por las letras escritas? Para otra ocasión caerá en mis manos Los Misterios de Udolfo de Ann Radcliffe. Ahora toca ver cuánto de malvado tiene El Monje de Matthew G. Lewis. Por que hasta mi loba cordobesa quería hacer un cambio… yo pensando el “pluf” me puede venir al ver mi limitada memoria, pero por todos los diablos tengo un gótico por no decir el Gótico, ¿cambio qué cambio?

De todo lo ocurrido ayer, he sacado una idea, tendré que hablar con mis Lobas, con cierto rayito, para ver si es posible, pues la verdad últimamente estamos todas con mil cosas, pero yo solo pido un día al mes.

Es indispensable hacerme una lista de los libros que salen en mis libros predilectos, que si no ha salido mal esta vez la próxima, puede ser de ¡por favor es que quiero cambiar un libro! Y eso sí es blasfemia.
La solución más lógica sería regalarlo a otra persona que le puede interesar.

Mi día de ayer al final no estuvo del todo en los mundos alejados, saqué un libro y una idea ¿se puede pedir más de un día vago?

lunes, 9 de marzo de 2009

El Lector


El Lector

Bernhard Schlink

Editorial Anagrama.






Michael Berg tiene quince años. Un día, regresando a casa del colegio, empieza a encontrarse mal y una mujer acude en su ayuda. La mujer se llama Hanna y tiene treinta y seis años. Unas semanas después, el muchacho, agradecido, le lleva a su casa un ramo de flores. Éste será el principio de una relación erótica en la que, antes de amarse, ella siempre le pide a Michael que le lea en voz alta fragmentos de Schiller, Goethe, Tolstói, Dickens... El ritual se repite durante varios meses, hasta que un día Hanna desaparece sin dejar rastro. Siete años después, Michael, estudiante de Derecho, acude al juicio contra cinco mujeres acusadas de criminales de guerra nazis y de ser las responsables de la muerte de varias personas en el campo de concentración del que eran guardianas. Una de las acusadas es Hanna. Y Michael se debate entre los gratos recuerdos y la sed de justicia, trata de comprender qué llevó a Hanna a cometer esas atrocidades, trata de descubrir quién es en realidad la mujer a la que amó... Bernhard Schlink ha escrito una deslumbrante novela sobre el amor, el horro y la piedad; sobre las heridas abiertas de la historia; sobre una generación de alemanes perseguida por un pasado que no vivieron directamente, pero cuyas sombras se ciernen sobre ellos.


Hablar en estos días sobre este libro es ir con la moda cinematográfica, ese cuece, cuece de la calle, es como cuando te compras ese producto del que todo el mundo habla para ser chic. Hubiera querido conocerlo antes, poder decir “yo ya lo había leído” con esa voz culturita, aunque bien pensado mi voz ya es suficientemente ronca como para meterle otras tonalidades sonoras.

Cada libro llega en el momento en que ha de llegar a la vida de una persona y se lee cuando se está preparado para ello, ¿Cuántos libros compramos y lo dejamos en la estantería esperando su lectura?, algunas veces pensamos que nuestra dejadez a leerlos es por la cantidad de atrasados que llevamos, o simplemente por que nos agrada comprar libros y amontonarlos en la librería. Mi opinión particular, mejor dicho mi caso en realidad, se podría resumir en ese camino de bagaje, ni antes ni después, en su justo momento.

Nunca dejaré de asombrarme, la cantidad de información encontrada en este medio de Internet, antes de mi viaje a Londres en una de esas búsquedas en las que hoy ni recuerdo que era, entré en la página de una de mis editoriales preferidas Anagrama, una noticia, una portada y la curiosidad hizo el resto. Suelo salir despavorida de cualquier libro que toque el tema del holocausto, en cambio esté me llamaba. En una tarde de nervios total tuve la buena idea de pasarme por la librería, en un mueble expositor encontré todos los libros de esta editorial, poco importó si debía o no comprar más libros esa semana, quién se puede reprimir por 7 euros.

No es simplemente una historia de amor, comprensión o perdón. Es un libro donde ves como se hizo para seguir hacia delante, un enfrentamiento de generaciones, y sobre todo la sensación de que este hombre habla a rasgos ya no solo de sus sentimientos, creencias, sino vivencias. Puede ser una idea creada por aquellos que lo leen premeditada por el mismo escritor, impidiendo la severidad en el caso de castigo.

Es imposible no sentir como te abre en dos, por un lado estas, fascinado por la sutileza y sensualidad de la historia de amor, al otro te representa una realidad cruel, en donde la pregunta siempre es la misma ¿Por qué? Hay momentos en que he debido de dejar su lectura, mirar lo fino que es y decirme a mi misma ¡que diablos! ¿Cómo puede algo tan escuálido decir tantas cosas?
Volver a retomarlo pues te crea la necesidad de saber sí Michael llega al indulto de ambos, hay una verdad de la que no se puede escapar, ni literariamente ni en la vida real, “uno es lo que vive, con sus consecuencias, con sus paradas, bajones, errores o victorias” y aquí se explica con una sencillez apabullante.

Dando la opción de ser juez y verdugo, para luego comprender que por más que lo intentes se toma la determinación más fácil, menos comprometida, puede que debiera ser esa; si te enfundes en la personalidad de Hanna, sí llegas a traspasar su fachada. Obtienes la visión de los claros y grises de los personajes, dobleces, prejuicios, dudas, el como van madurando con el tiempo aun cuando las heridas están abiertas, y como funciona la mentalidad de la generación después de la guerra y de aquellos que la vivieron.

Sea moda o no, es un libro que en la vida se ha de poner en el camino de cada lector, puede que no se llegue a las mismas conclusiones, unos pensarán que la absolución es la moviola del amor, y otros se preguntarán si todo es tan fácil por haber tenido el sentimiento de amar, si todo es compasión, si todo es perdonable.

sábado, 7 de marzo de 2009

Calma

Mi calma es ir cruzando uno de los dos puentes de mi zona mirando la muda, cautiva, Torre del Oro y, a lo lejos, la Giralda. Me gusta pasear por el puente mirando al río, viendo la noche caer siendo un remanso para mí.
Todo se magnifica en luz, aun cuando asciende la luna, las penumbras dentro de mí se van disipando, con los malvas del atardecer cayendo poco a poco.
De un lado a otro de la orilla alcanzo el otro puente. Me llegan los aromas del parque, veo el costurero aún abierto, con sus luces y sombras, adentro mi caminar por la vereda verde, bordeando los árboles entre el crepitar, de la noche de María Luisa, envuelta en rejas está mi glorieta.
Ciprés de largas ramas que acarician su rostro, ¿Cuánto hiere el amor? Qué rendido cae a sus pies. Amor emergiendo entre oscuridad y piedra, ilusionado, poseído, para luego perderse entre la flecha de bronce, que un malévolo Cupido clava entre la piel marmórea. Herida punzante que mata.
Me siento con él. Efigie no muda ante mis pensamientos, respondiendo entre rimas y caricias, semejantes al viento, el silencio de la ciudad tardía nos va envolviendo, mientras los enamorados ramos se van marchitando. Nuevos, llegaran mañana, sin espinas ni lágrimas.
Cruzo de nuevo el río, buscando las esquinas de las calles estrechas y solitarias, no quiero los coches alumbrando la mirada, sólo deseo seguir sintiendo. Por fin puedo decir, “estoy en calma”.

martes, 3 de marzo de 2009

De vuelta

Bueno aquí estoy de nuevo, esta loca descarriada necesita donde dejar sus pensamientos.
Primero no quiero hacer de esta nueva entrada una conocimiento de mi persona, por la razón principal que yo no soy interesante y es aburrido hablar de las supuestas cualidades que una debe de tener, además si mi ego consintiera en hacerlo ¿para que diablos necesitaría al psicólogo? El pobre tiene que comer también.

Lo cierto es que mis Lobas estarán aliviadas de mi tabarra de cada noche y mis lamentaciones por doquier, Ro no se sentirá tan culpable y cierto Librero sonreirá, desde luego eso merece todo un clamor de voces, pero yo solo tengo mis dedos y mis letras, mis ensoñaciones y es lo que vengo a darles. Me hacen un favor y les debo agradecimiento, ¡qué diablos! Yo soy más de pruebas concluyentes demostraciones que pueden aceptar o no, mi intención no es ponerme melodramática o romántica, simplemente aquí estoy ¡aguantarme es lo que toca!

Gracias ya sabéis por que.