martes, 30 de junio de 2009

Papel en blanco

Qué la vida es agotadora, lo sabemos todos.

Uno se cansa en muchas ocasiones, de las circunstancias, lo inesperado, aquellas cosas inacabadas, terminadas, un sinfín de motivos, llegados todos para una parada larga o corta, en la cual el cansancio es el sentimiento más apremiante. Convirtiéndote en ese papel arrugado de la papelera que no dice nada permaneciendo mudo, secándose poco a poco con el paso del tiempo.

¿Por qué permanece callado? ¿A caso no siente?

Una de las grandes excusas más usadas es la referida “imposibilidad de explicación”, en esta vida en la cual nos vienen diciendo que cualquier acto tiene una posible causa y por lo tanto su consecuente aclaración, el silencio se hace pecado.
Cuanta imperfección llena de sentimientos imposibles de darle voz, vocablos repletos de dolor, ¿por qué hay que darle forma? Si una vez nombrados, quedan atrapados en esa posibilidad de volverse en contra de todos.

Cuál es el provecho sacado de la hostilidad, la cruzada se gana con la prudencia.
La contienda existencial de la persona se alcanza, sin fuerzas ante el hastío, cuando nada es posible y todo se puede convertir en verdad.

Con el paso del tiempo la omisión se llena de madurez, todo lo que ha permanecido guardado se va plegando poco a poco, nunca alcanza la satisfacción que da el olvido ni se queda quieto, el mundo se va moviendo y uno sin quererlo con él. Aparecen nuevas eventualidades la vida te vuelve a dar en la cara, pormenores, lo casual, esas cosas inconclusas, otras finalizadas, un sinfín de motivos otra vez, volviendo a ser una cuartilla en blanco para poder decir o callar.

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