viernes, 3 de junio de 2011

Viaje movidito 1º parte

Prometo hacer caso a los refranes, si me parecen bien o no.

“Nunca dejes para mañana lo que se pueda hacer hoy” sería la entrada completa a la recién ida a mi ciudad.

Para comenzar debería situarme al día anterior a la marcha, es decir esas horas en que esta mujer, decide hacerse todos los arreglos femeninos convenientes a una salida con un amante, pero en este caso es un viaje, nada que ver una cosa con la otra, sin pensamiento de tener una cama sabrosa. Solo el sentido práctico de la fatalidad y que si por alguna circunstancia debo pasar por manos medicas me encuentren lo mas femenina posible, si señores, loca total, pero esa soy yo. No vayamos a entrar en intimidades, poned un poco de maleficencia en vuestra imaginación.

Tocaba a la vez dejar a mi lorita preparada para esos días de ausencia, pues nadie se piense que el silencio es que la deje volar, esto equivalía a buscar más bebederos y poner una cubito más de comida a rebosar, el caso es que el tiempo se agotaba y yo enfrascada en mi, decidí dejar para la mañana siguiente junto con la mitad de la maleta estas pequeñas compras. Ilógicamente me vi reflejada en el corre caminos, sin ver que es un personaje animado y yo solo tengo dos piernas. Situación llegar sudorosa después de la ducha a la tienda, esperar en la cola de caja con los focos que impregnan el ambiente de unos grados más de calor, esto quiere decir cabello pegado sin volumen alguno, salir a la carrera a por el horario de autobuses, darme el susto de la capital cortada por los hombretones de la armada española y dejarme sin saber a que hora llegaría, con la idea de hacer rápidamente trasbordo para Sevilla. Llegada a mi casa con tres bolsas, las manos sudorosas, el aliento entrecortado, las pantorrillas diciendo “nena ponte a dieta” y mi rostro coloradito sin tomar el sol en la arena.

Decidir si otra ducha, un cigarro o rematar la maleta, qué hacer pues lo común dejarme caer en el sofá que vengo reventada, la mañana tiene muy pocas horas para hacer tanto y falta aire en el cuerpo. Ánimos en el cuerpazo y otro esfuerzo al final con tanto ajetreo para que apuntarme al gimnasio; arreglar la supervivencia de mi lora Fortunata, terminar la maleta, ducharme otra vez, cerrar la casa, bajar la maleta y cuando digo maleta es de las grandes, nada de chiquitas, correr a casa de mi sobrina para vigilar a mi ave necesita mis llaves, recordar que no eche el tabaco en el bolso subir a casa otra vez, encenderme un cigarro y recorrer las calles hasta la estación pues para que llamar a un taxi que te da toda la comodidad que una espera, si después de todo de mujer he pasado a mula.

Suspirar tranquilidad, sentada en el asiento por la carretera que me lleva a la capital, seria lo esperado, sí, pero con tan mala suerte la mía. Este señor conductor tan amable debería repasar un poco los aires que van en su vehículo, de calor apremiante pase a congelador.

Llegada sintiéndome un paquete de comida para descongelar, para colmo no alcance a ver a ningún militar con los galones en los hombros, desperdicio total una pensaba en recrearse la vista, por que seamos claras en la estación no abundan las miradas de mas de un segundo. Vuelta a poner las pilas en las piernas, en los brazos se dice que el carrito es cómodo, daré un sí cuando no lleve una maleta que pese tanto. Comprar los nuevos billetes, salir a la calle a buscar a mi sobrina para comer, pararme fumar un cigarro en la espera, recoger dos veces la maleta caída del suelo, si es que… ¡como no me lleguen las pinturas intactas pego la voz en el cielo!

Descanso comida, en los restaurantes deberían de avisar que si una pide carne es de cerdo, no voy a andar con la pregunta en la cabeza digo yo, sobre todo por que no como cerdo, por lo tanto mi capacidad va hacia las vaquitas o variedad de otras carnes no al animalito ese. Pero no, se ve que esta de oferta y son las carnes predilectas, así que plato sin comer con el hambre que llevo, eso si es pecado.

Disfrutar de la compañía era el consuelo.

No hay comentarios: