viernes, 18 de junio de 2010

Con todos mis respetos, Saramago

No, no señor.

No voy a despedirme de usted, a decirle un adiós.

Voy a contarle, de que hablan hoy mis lágrimas, la sensibilidad que recorre ahora mismo mi persona, la impotencia sublevada.

El día comenzó como todas las mañanas, unas risas aquí, sonrisas picaras allá, sin saber siquiera que poco duraría, a medio día la noticia espantosa corría de boca en boca, quien pudiera callar, cerrarlas para que nada ocurriera en realidad, como si el silencio sepultara la verdad.

Esa verdad por la que tanto lucho usted, permítame pues, si hoy quiero alejarla. No, la deseo a mi lado, trae consigo vibraciones cubiertas de daño. Vuelvo a encontrarme cara a cara con la maldita desorientación, con esa muesca funesta enseñándome que vuelvo a perder. Discúlpeme si lo erigí como antaño a los dioses de bruñidos oros, olvide sin darme cuenta que ante todo le gusta ser humano y tener los pies en la tierra.

Y cuando la gloria lo reclama yo insensata lo busco cerca. Que lo hallare otra vez con su voz en cada página de sus libros, me incitara a reflexionar cuando las ideas me fallen, a fijarme en la vida, retomare paseos para no dejarme nada perdido.

No, no señor.

No voy a despedirme de usted, ni a decirle un adiós.

1 comentario:

Pilar Cabero dijo...

No, no le digamos adiós.
Besitos