Cualquier gesto o acto que
repitas y repitan una gran parte de la especie humana, se podría catalogar en
dos vertientes muy dispares ¿monotonía o clásico?
Quien no se siente tentado un día
gris lluvioso, ante la posibilidad de sentarse en el sofá con una manta a ver
una película o bien leer un libro, acompañado de un buen café, té o chocolate
caliente. Es un reflejo cansino o una estimulante sensación de bienestar ante
un día desapacible. ¿Ante el mal tiempo necesitamos la calma y su calidez? O
simplemente es un hábito genético en cada ser humano llamado. No, no voy a
entrar en la grandiosidad comparativa de las especies animales en este tema,
seamos consecuentes y por lo tanto sólo nosotros contemos.
Naturalmente dentro de la dinámica
actuamos de distintas maneras según ya nuestro sexo.
El hombre un día gris esta con el
morro en modo activo, todo le suele molestar, no cabe la posibilidad de salir
con los amigos de copas o sus hobbies a menos que sean en una bolera, si queda
en casa va gruñendo y sintiéndose un animal acorralado. Cuando se tira en el sofá
se estira todo él, poco le importa si una se quiere sentar en el sofá, pasa instantáneamente
a ser simplemente de su propiedad, otra de las cosas de la casa que son suyas
por derecho propio es el mando de la tele, por lo tanto nada de niñerías y
romances. Hoy se verá acción en películas o bien canales de motor o esos que se
ven a muchos de ellos haciendo algo que luego ni se comprende ni se sabe para qué
sirven. Pero que ellos se lo pasan a lo
grande sintiéndose los reyes del mambo. A este estereotipo los llamo “Equipo A
de los que no salvan ni ellos”
También están los de “hoy quiero que
me admires” Se les ve venir desde lejos, sí, justo estos son todos lo que han
esperado meses y meses para hacer algo en la casa, una se ha pasado recordándole
cada fin de semana que tenía mil cosas que arreglar, bien fuera enchufes,
luces, cualquier desperfecto, limpieza u obra en el hogar. Pero nunca
encontraban la ocasión perfecta por una excusa u otra siempre faltaba algo.
Llega ese día de lluvia cuando salir al jardín es poner el suelo de dentro
lleno de fango, cuando arreglar la cochera es de locos ¡se van a mojar las
cajas de cartón! O los enchufes y sus cortes de luz cuando en realidad lo único
que le quieres gritar es ¡me dejas leer tranquila o ver la película! Si no
sabes donde están las herramientas para que te pones. Si te tengo que estar ayudando
y quitando las cosas que dejas en medio, hubiera llamado a otro que me cobra
pero no me estropea mi día. Y al finalizar te vienen con esa cara llena de satisfacción,
orgullo, con el pecho fuera a ti solo se te ocurre pasarle la mano por el
hombro y pensar “si mi amor, y el año que viene me arreglas lo que hoy me has
destrozado”
Vamos a analizar los “No te
preocupes”, encantadores natos, no quieren molestar ese día gris, se
entretienen con lo que una quiera, es decir si te ven leyendo un libro, se
guiaran por ti y cogerán otro. Cuando sonrías o pases una página, ellos seguirán
en la misma y querrán comentar contigo que tal tu lectura, incluso llegaran a
interrumpir la suya en todo caso de que avance en realidad, para leerte un párrafo
que le hizo mucha gracia, que sagacidad cuanta inteligencia. Si por el
contrario estáis viendo esa película, estará removiéndose a tu lado, tirando de
la manta para taparse y volviéndola a poner bien porque te la ha quitado, “yo
te tapo mujer, que no te enfríes” carraspeara en cada beso o te preguntara cada
ratito “¿eso os gusta a las mujeres?” o el
“pues no es tan guapo, no sé que le veis” El colmo si en alguna de esas
ocasiones se queda quieto y sin ser encantador, le llega el sueño y entre
ronquidos y espavientos simultáneos, ni ves la película ni mucho menos puedes
leer un ratito tranquila. Qué haríamos sin él.
Ya por ultimo llegan los “Tú no
me quieres” los facilones, hombres que no se mudan del chándal de estar cómodos
por casa o del pijama, apenas les sientes los pasos y ya están en la cama otra
vez, pero luego cuando a la tarde noche se han despertado se sienten ofendidos.
Porque le dejaste dormir. Él te avisó de que sólo era media horita para pasar
luego las horas del día a tu lado, pero tú prefieres estar sola con tus cosas
que no puedes compartir. Si es que las mujeres son muy malas y no les queremos
nada. Total no escuchamos cuando nos dicen, ni tenemos ese séptimo sentido para
ver por las paredes de la casa y ver que ellos están en los brazos de Morfeo y
mucho menos tenemos el don de leer en las mentes o sueños para ver que
prefieren estar con nosotras. A ese
santo chándal o pijama que se pega a la cama y sus sábanas.
Cuánto da un día de lluvia, un
clásico entre los clásicos de la monotonía de vida humana y sus sexos.
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