Debería de estar escarmentada. Cada
domingo pasa lo mismo, las películas del medio día son de telenovela mala y
barata, exceptuando aquellas vista con anterioridad, con sus salidas del cine
contenta o como si me llevara los mil diablos. Una se conforma con la reposición
por vigésima vez de Crepúsculo para la noche. Otra de vampiros, bastante
referida con anterioridad por mí, pero y mis horas del día, un desperdicio
total, voy haciendo zapping con el cansancio de la decepción metido por el
cuerpo. Pasan las horas, cuando otra persona se hace cargo del mando de la televisión
y su remete final tele cinco con María Teresa Campos, una gran periodista una
dama de la consagrada caja visual, pero que desgraciadamente me mata poco a
poco.
Con un humor negro y corrosivo me
planteo si es mejor coger el libro, irme a la cama meterme bajo el edredón y a
leer, debería estar escarmentada, haberlo hecho desde la finalización del
telediario, pero no, una se da con la piedra cada domingo, emergiendo un deseo
negro, desmotivando la buena lectura. Cabreándome conmigo misma. Con este ánimo
quien puede ahora saborear un buen libro, si vas a estar pensando en la de
horas perdidas, en cada minuto ante las películas mediocres.
Suena la melodía del programa,
miro hacia el balcón y las nubes vienen grises, cargadas de agua, define mi
estado, me levantare a por un café, fumare como una carretera. Encenderé la
vela para ver su llama esperando un contagio de hom. Debería estar
escarmentada, prohibirme rotundamente ver los domingos la televisión del medio día
con su tarde.
Sí, debería estar escarmentada, dentro
de siete días repetiré está reiteración una y otra vez.
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