martes, 4 de febrero de 2014

En la espera de Amelia Peabody.



Me encanta la serie “Amelia Peabody”, de la autora Elizabeth Peters. Lo tienen todo, aventura, misterio, romance, diversión. Situados en la época de  las legendarias excavaciones egipcias, con maldiciones faraónicas, ladrones de tumbas y maestros del crimen. No me puedo resistir a ellos desde que me los descubrió mi amiga Maite. 

En España como siempre ocurre, las sagas o series, las sacan como buena mente pueden o mejor dicho les dan la real gana, así que esta comenzó desde el noveno libro. Visto así cualquiera se puede desilusionar, pero merece la pena, aunque nos dejen con los últimos libros sin traducir o a la espera, quien sabe en que está pensando la editorial.  Por mi parte no me enfado más con ellas, es una pérdida de tiempo, que como lector lo debo asumir aunque me parezca de lo peor.

Una de tantas sagas que comienzan mal cuando se editan y no sabes cómo terminaran, pero ello en vez de quitarle le aporta, son pequeñas joyitas que se guardan en la librería con primoroso cariño. Hablas de ellas y las recomiendas, pues a quién no le gusta viajar por el Nilo, sentir un poco del polvo del valle de los Reyes, meterse en una pirámide buscando tesoros, indagar entre los zocos y las pequeñas tiendas, que baratijas hay verdaderas. Un clásico, por eso funciona y funcionara siempre, la editen como les salga del alma. 

En la espera de los dos últimos libros, sigo con la esperanza de que otros disfruten tanto como yo de ella, “El  enigma del gato grande” está ahora mismo en las estanterías  de mi sobrina, esperando ser leído para comenzar una nueva aventura. 


martes, 28 de enero de 2014

Pelos de punta.



La mejor terapia para calmar esos pelos de punta, con lo que en ocasiones nos levantamos, no es ir al gimnasio, ni salir a correr o caminar. No, la pura realidad es otra, remangarte las mangas y ponerte a limpiar. Llenarte de la energía febril dejando las cosas como la patena de limpios, los suelos en los que puedas hasta comer, si es que eres tan rarito de no sentarte en una mesa. Y cuando ya has dejado la frustración de lado, terminar con una buena ducha y por fin arreglarte el cabello que con tanto meneo se te ha quedado como la bruja avería. 

¡Por fin llega el descanso! Eso es lo que has imaginado tontamente, una vez en el espejo te das cuenta de lo mal que tienes las cejas, que te has olvidado por varios meses hacerte la cera y estas como un pequeño osito y no de los peluchines, que te han salido varias arruguitas más en el contorno de los ojos, del tinte ya ni hablemos, ¿Cuándo fue el último qué compraste?

 Mientras ves todas esas “pequeñas” imperfecciones, también caes que se te han roto las uñas por tu manía de no usar guantes y como te fijes mucho en las carnes de seguro has engordado. No nos sofoquemos, no dejemos paso a las hiperventilaciones, contemos, uno, dos, tres.  Ese gruñido aplaquémoslo hasta llegar  a convertirlo en un suspiro. Es mucho mejor no mirar la imagen del espejo, una tilita vendría bien acompañada de un poco de nicotina. 

No hay dos sin tres, no te queda tila, olvidaste comprarla ya ni te vale hacer la lista para el super, porque al final te dejas hasta cosas sin comprar, si es que vas siempre como las locas, no te centras.

Cierto, por mucho empeño que se ponga hay días que los pelos de punta renacen cuando les dan la real gana, y tú te ves comiéndote ese trozo de tarta de chocolate, olvidando cuantos gramos vamos a ponerle más al cuerpo. Total, igual, quizás, mañana… sacas las ganas y te metes en el gimnasio y a la casa que le vayan dando.