jueves, 17 de noviembre de 2022

40 aniversario de "La casa de los espíritus"

 



Fue el día 10/11/22 hace unos cuantos días ya, y yo voy a continuar escribiendo está entrada que deje por la mitad.

Recién he terminado de ver un encuentro con Isabel Allende por el 40 aniversario de su obra “La casa de los espíritus”.

Maravilloso el encuentro, divertido, entrañable, interesante, ha tenido de todo en su dosis justa, una tarde noche de esas que, por sorpresa, son sumamente encantadoras y gratificantes.

No me he podido resistir a buscar mis ejemplares, tengo dos. Uno de ellos ahora mismo está a mi lado y el otro guardado en una caja con otros libros. La fecha exacta, el año y momento de mi vida en que lo leí por primera vez sería entre mis desdieseis y diecinueve años, en otro momento es imposible, hasta aquí es donde llega mi memoria, ya si me pregunto cuál leí primero de la autora dudo, pues no sé si fue antes “Paula” o “La casa de los espíritus”.

En fin, son detalles inocuos que más que aportar, impiden el desplazamiento hasta un punto concreto. Mi viejo ejemplar es un libro normal para una adolescente, consumidora habitual de lectura y compradora compulsiva, de bolsillo más asequibles, manejables que permite comprar más de uno a la vez. Con el retrato de una niña con un gran lazo en el pelo y una camisa blanca en la cubierta granate. Me enamoré de la historia, Rosa con su pelo verde, me entusiasmó su hermana Clara, Férula y Blanca, cuántos maravillosos personajes, principales, secundarios, que ramillete femenino, con sus historias tristes, bellas alegres y dramáticas. En aquellos años, una podía permitirse el lujo de releer tantas veces como fuera necesario, para calmar sus ansias y ganas de una obra, y yo, era igual a todas las adolescentes de mi época, llego un momento que sentí miedo con la posibilidad de que mi ejemplar, no durara otra lectura más. Y lo sacie con el descubrimiento de la película gracias a mi hermana Chio, con otras obras de la autora y comentando con todo aquel que me quisiera escuchar, sobre ello, mi familia, mis amigos, toda mi cercanía, conocía la pasión desbordada por “La casa de los espíritus” por Isabel Allende.

Tanto era así, que llego un cumpleaños, R&J subieron a casa, antes de salir a celebrarlo, por regla general, y todo aquel que sepa un poco sobre mí, sabe que es muy difícil regalarme libros, pues se cae en esa posibilidad, de que esté con anterioridad en mi biblioteca particular, por lo tanto, a menos que yo lo diga, no hay libros como regalo.

R&J desde siempre estas cosas se las han pasado por el forro de sus abrigos y efectivamente, ese año como otros me regalaron un libro, expectantes todos al romper el papel de regalo poco a poco va apareciendo una cubierta en tonos beig, sepias. Una cara que yo ya conocía de hace años, una niña con un precioso lazo blanco en el cabello, con unos grandes ojos rasgados me miraba seria y contenta supuse yo. En la edición trade es decir tapa dura de Plaza & Janes tenía en mis manos mi segundo ejemplar de “La casa de los espíritus” en esta ocasión, no me dedicaron ninguna palabra bonita, pero si en los siguientes libros que me han regalado desde entonces y espero que muchos más. Es tan bonito rememorar, todos esos momentos.

Desde el otro día, sigue en el sofá, no lo he devuelto a su balda, está aquí, esperando que llegue el próximo año, cuando vuelva a sus páginas y disfrute como nunca, de otra visita a la familia Trueba.

Han pasado 40 años ya.


martes, 15 de noviembre de 2022

Otoño por Mario Benedetti

 


Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha



martes, 8 de noviembre de 2022

Reiteración de encorajiná


Empezar una entrada escribiendo “qué coraje me ha dado”, puede acarrear unas cuantas burlas, inclusive esos pensamientos de “esta mujer no sabe escribir” seguido de un “que vulgar” y a todo esto yo lo llamo clasicismo o simplemente le doy la vuelta, cojo el diccionario de sinónimos y pongo “cuánta irritación”. Sea como quiera contestar es tal cual, así me sentí y lo que mi mente llego a deducir, “qué coraje” y aquí lo dejo escrito.

De esas mañanas, regulares, con mil cosas que hacer, recoger la casa pues pareciera que cuando esta ordenada por una habitación las otras por ensalmo de algún espíritu burlón, se quedaron en plan necesitamos tu atención, nada, una vuelve a remangarse las mangas y volvamos a empezar; estudiar esquematizar los temas, preparar un examen, revisar los apuntes, quieres acordarte y reflexionar cual fue la razón que te llevo a echar la matricula..., planificar otra vez el día pues se volvió al revés, arreglarte, respirar, tomar un café, esas mañanas en las que no te dejas nada excepto a ti misma.

Y compuesta y arreglada, te marchas a la calle, tienes otras tareas apuntadas para hacer sin falta, todas esas que no puedes hacer de ordinario y las dejas atesoradas y conjuntadas, para unas pocas horas. Que se estirarán según tus creencias de ser la mujer elástica y llaga a todos los lados o mejor aún, eres la súper amiga del dios Kairós, ni lo conocen en su barrio y te regala ese momento oportuno y en el último segundo. No, la realidad de los segundos, los minutos y las horas es que llegan a ser cortas, cuando más se necesita una mañana se va en dos capítulos de tu serie favorita. Volvemos a reajustar, como cuando hace años llevábamos la ropa a arreglar en la modista, según nos quedara chica o grande, ahora en vez de tela se recorta tiempo y tareas, borrando, tachando, con muchísimo estrés y con la ansiedad de no llegar.

Apuras el momento hasta para llamar al ascensor para subir a casa, con el tiempo justo de preparar la comida, menos mal que tienes todos los ingredientes en la nevera y todo controlado. En este punto de la escritura, tengo unas ganas de llamarme botarate, en fin, mejor decir cuan cándida que fuiste amor.

Sí. A la idea fija de que al menos no has de pasar por el súper y te ahorras esa tarea, le sumas el olvido táctico de no revisar la nevera o la despensa, no me refiero a mirar si falta algún producto, que también, si no ese mirar detenidamente fijándote en sus fechas de caducidad, tener una nevera saneada y una despensa adecuadamente elaborada y productiva. ¡Eres una mujer todo terreno del siglo XXI, no mejor aún del XXII, como tú pocas hay! Ni, a mi abuela se le pasaba la fecha de caducidad. Pues eso, con todos los condimentos cortados, con todo programado en los fuegos, y cuando voy a abrir la lata de tomate, este lleva caducada una buena temporada, nada, no hay apuro, tengo tres latas más. En serio, ¿de verdad?, alma de cántaro, va por lotes, si compras en el mismo día varias o en la misma semana, seguramente serán del mismo lote, traducción ¡MISMA FECHA DE CADUCIDAD! ¿queda claro?, como el agua, ni replicarme me atrevo, me dio muchíiiiisimo Coooooraaaaje.

No, eso no se dice, mejor Irritación, piensa, no veas todo rojo y tu envistiendo, deja paso a la claridad, ¡que tú puedes mujer, que eres una 4x4! Recuerda ser resiliente, hasta en las pequeñas cosas valen. Sinceramente, no sé si decir son cosas de la edad, de tomarte las cosas con otra visión, una vez perdida...qué más da, si fue por las clases de psicología o fue porque eran ya las tres de la tarde, con un hambre canina, una por diabla sabe mejor cambiar las tornas. Sin tomate el plato del medio día, con otro toque de gracia con una pizca de pimienta más otras especias y una gran dosis de autoestima, qué buen plato, salió de rechupete y con el coraje de irritación lo moje en el café para merendar, la cena esa ya fue otro cantar.

¡Qué irritación con la caducidad!


sábado, 5 de noviembre de 2022

Viajar sentado


Hará unas noches, de esas que comienzan nubladas, atropelladas y tristonas. Estaba hablando con mi inseparable Anacleta, en esos momentos donde buscas una sonrisa y una vía de escape, le comentaba lo maravilloso que era viajar sentado, es decir, imaginando ese viaje, visualizarlo, buscar información de cuánto hay de interesante para visitar en esa ciudad, qué te llama la atención con esa interminable lista, hacer criba según los días sintetizando y ya solo te quedan los dos sustos.

El primer susto, no es por lo tarde en que llegues al aeropuerto, ni viene de montarte en el avión, no, ni son las turbulencias, que acojonan, no, tampoco, el susto grande de verdad, el real, es saber y constatar cuál es el tamaño del agujero que puede hacer en tu bolsillo. A cuánta distancia y no por kilómetros estás de ese viaje verdadero.

Quién no comenzó el, proyecto de viaje desde la pantalla del ordenador, buscando quince días primero, el hotel es lo de menos ¿verdad?, mientras tenga encanto o según los gustos de cinco estrellas, pues eso de ir a una habitación normal con camas... ya que se sale, se viaja a lo grande mejor y si son habitaciones con vistas muchísimo mejor. Las cuentas no cuadran, los euros son muy elevados y más ahorrar en los meses con los que no se contaba trabajando, veamos si reducimos días, el hotel un algo más normalito y alguna que otras menos estrellas, total es ir para dormir y como mucho desayunar, estaremos todo el día en la calle, conociendo la ciudad y las vistas ya las veremos en el parque o nos subimos a la noria que más da. Quince, da paso a siete, siete dio paso a cinco y este lo dejamos, en mejor un fin de semana, algunas ciudades en dos días se ven y te sobran horas. Naturalmente, con los vuelos más económicos posibles y siempre en esas horas insufribles por lo inadecuadas que son. ¡Vivan los viajes de no desgarro mi bolsillo, sí mi cuerpo y mi mente, que el alma ya... ya, ni la tengo!

Y el segundo susto, nos llega cuando nos equivocamos con el compañero de la excursión viajera, porque no hay nada peor, que verificar cuán diferente somos, o darse de cara con ese momento tan contrario y dispar en cual nos encontramos; y como se guerrea por no dar un brazo a torcer, imponiéndose al otro o claudicando para no ver, nada de lo le gusta a uno, y en el mejor caso de la ciudad no del acompañante.

Quién no ha cambiado de la ruta marcada y hemos dejado esperando con o sin querer, a la otra persona sentada en un banco o tomándose un café, cuando no hemos escuchado a tal hora quedamos, mejor en tal sitio, unas cuantas las hemos callado también, y así el viaje de dos o grupal, se transforma en único y personal. Formas todas estas civilizadas, pues en otros casos, son los sarcasmos de “mucho nos creemos y poquito entendemos”, “tanto tardar para ver simplemente una abadía, ni que fuera una zapatería”, “mañana no me voy a levantar tan temprano, quiero a desayunar tres platos y descansar”. Malos modos, malas caras, voces distorsionadas y enfados varios para no llegar a ningún lugar, ni disfrutar, solo el deseo de volver a casa, desconectar del viaje de placer o también podemos ir a firmar los papeles de separación. Viajes hay de todas las clases, en todos nos podemos encontrar, con matrimonios dados al traste, amistades que se pierden para no volver jamás, novios de me gustas mucho por whatsapp, familiares de una vez y no más Santo Tomás. Vueltas con malestar u otras embelesadas con el corazón que da.

Primeros viajes iniciativos, viajes del recuerdo, cualquiera de ellos me vale, con sus sustos y sorpresas varias, pues todos nacen desde un mismo punto, la valentía de no saber que vamos a encontrar.

¿Te animas Anacleta? Un fin de semana, nada más.



viernes, 4 de noviembre de 2022

Otro otoño triste por Miguel Hernández

 


Ya el otoño frunce su tul

de hojarasca sobre el suelo,

y en vuelo repentino,

la noche atropella la luz.

Todo es crepúsculo,

señoreando en mi corazón.

Hoy no queda en el cielo

ni un remanso de azul.

Qué pena de día sin sol.

Qué melancolía sin luna

tan pálida y sola,

ay qué frío y ay qué dolor.

¿Dónde quedó el calor

del tiempo pasado,

la fuerza y la juventud

que aún siento latir?

Se fue quizás con los días cálidos,

y los momentos que a tu lado viví.

Y así esperando tu regreso,

otro otoño triste ha llegado sin ti.

Ya el otoño frunce su tul

de hojarasca sobre el suelo,

y en vuelo repentino,

la noche atropella la luz.