Quién me lo iba a decir, tengo un mes con muchas cosas interesantes, de esas que me gustan a mi más que una pizza o un bocata de atún.
Mi hermana que ha llegado a tomar ese café dominguero, me anunció en modo sorpresa que igual el miércoles, nos zampamos el museo nuevo de Carmen Thyssen, podrían pensar que si me lo cuentan no hay sorpresa, posiblemente pero como yo soy quien la recibe con el mismo entusiasmo de verme de sopetón en las puertas, pues me ha encantado la idea. Esto quiere decir hacer una hucha para los marca-páginas, postales y demás detallitos en venta en la tienda, ¿os he contado alguna vez que me puedo pasar horas y horas en un museo? ¡No me duelen los pies! Y si soy totalmente sincera incluso puedo aburrir a mi acompañante, que soluciono con esa cara de buena he inocencia por lo general, con el consabido soborno de un café de los buenos. Aún es domingo y yo estoy emocionadísima, no puedo negarlo.
Se apagan las luces, sube el telón el escenario se va iluminando poco a poco y Bibiana Fernández con Loles León, me regalaran una noche, de teatro. Hace meses que no me siento en una butaca, ni escucho el timbre de aviso del comienzo, claro que tampoco he aguantado a esos espectadores que llegan tarde y por costumbre han de pasar por tu lado, aun cuando la fila por el otro extremo no esté llena o se moleste menos. Te resignas, pero en realidad tienes muchas ganas de decirle algo ofensivo, si yo soy capaz de llegar a mi hora, no viviendo en la capital, porque puñetas ellos no. Con “disculpe” todo lo solucionan si es que tienen la educación de darlo al menos, pero no hay excusa que valga para llegar tarde a una obra. En fin voy al teatro es lo que cuenta, a soñar, divertirme, reírme y pensar, pero sobre todo a disfrutar de dos pedazos de actrices que no se han ido para hacer los océanos americanos, gracias a dios.
Esta nueva moda, de hacer una película y cortarla para tener dos partes, no sé yo con cual fin, el de enganchar más al espectador, el de aburrirnos, o simplemente porque hay que estar en los tiempos modernos y fastidiarnos un poco a aquellos que andamos esperando el fin de la saga crepúsculo en cine. Iré como una quinceañera a ver al colmillitos rubio, eso sí puede que tenga esa hormona similar, pero me niego a ir el día del estreno para obviar los gritos de “guapo, quiero un hijo tuyo” o exclamaciones semejantes tanto al colmillos como al lobo. Porque seamos críticas y objetivas, anda que no se ha puesto Jacob musculoso, en dos se abre la veda ya. No como en el comienzo que era él rubiales, y no digo esto en tono despectivo, que a mí no me gustan los rubios como he repetido por activa y pasiva, más cuando veo a Edward en pantalla, me entra la morriña de suspirar con un “ais, quien fuera la mordida”, alguna noche de estas dejo la ventana abierta por si cae la breva.
Noviembre que mes más interesante cuantas cosas me trae.
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