viernes, 30 de marzo de 2012

La felicidad.

Siempre se ha comentado que tengo muy mal despertar, gruño y muerdo por las mañanas.

Yo siempre opino de ese dicho la poca veracidad que tiene, todo es cuestión de con quién me despierto.

Hoy ha sido con una sonrisa gigante, por algunas razones íntimas que no voy a contar.

Pero sobre todo por esa voz chiquitita mágica e incoherente, a unos metros de mi cama. Da vida, como si te renovaran toda la sangre nutriéndola de las cosas más hermosas, ni siquiera la creatividad de la imaginación puede describirlo ni alcanzarlo. En esos sonidos, gestos y mirada iluminada cuando te ve, una se embebe convirtiéndose en una persona insignificante acompañado de todo aquello que no sea ella. El mundo desaparece y se convierte en un universo en esa pequeña duende pidiendo toda tu atención, tus sonrisas, tus risas, tus alegrías.

Es tan bonito despertarse así, la perfección de la vida. Mi sobrina al traerme a mi niña chiquita, no solo me dio un regalo, sino que me quito todas las posibles oscuridades, neblinas y malestares para todo el día. Sentirla, mirarla es simplemente darle la vuelta a mi piel a mi persona al completo para convertirla en otra nueva, quedándome temblando ante la cosa más perfecta.

Sí, muy cierto estoy babeando, voy hacía todos los tópicos, de los padres, los abuelos, tios-abuelos y familiares ante ese maremoto que es un niño tan querido por todos. No soy original y planteo sentimientos tan viejos y conocidos como la humanidad de miles de seres, pero debéis comprenderlo.

Hoy me desperté con una gran sonrisa en los labios sintiéndome otra.

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