sábado, 27 de noviembre de 2010

Íntimos enemigos



Si me tomara un café caliente, se me amortiguaría el mal humor, un cálido liquido recorriendo el esófago, calmado los rugidos de mi estomago, aplacando los nervios.

En realidad no hay nada que valga ahora mismo, la furia no deja de crecer, tampoco importa en demasía se deja estar y dejo que me recorra por todos los poros, para que luchar contra ella.

Una se cansa de estar a todas horas reprimiéndose, acallando todo lo que no está bien visto, aquello poco lógico para las personas que te rodean, al no escatimar en no molestarlos. Algunas veces se pasa más tiempo de la vida en los deseos de los allegados que en los tuyos propios, es el papel decidido bien por ti o por otros para uno mismo. El rol entre amigos, familiares, sociedad, habiendo una gran diferencia en cómo te ves a ti mismo y como te ven los demás. Incluso en esos sentimientos propios genuinos de un ser.

Cuando la molestia se deja ver, no es lo adecuado, se colocan las manos en la cabeza, miradas de recriminación, sin comprender que esa imagen proyectada es la suya no la vuestra, en algún momento has de airear ese fluyo asfixiante. Y como una película te convierten en el personaje abducido por un extraterrestre, malvado o ser despreciable.

Mientras tú te preguntas quien vive esa supuesta vida, en donde tú eres el protagonista. ¿Quién no se ha sentido robado en situaciones en las que uno no se ve reflejado? Sintiendo el desasosiego.

La ira explota, a causa de no respirar esa otra persona, que convive con el estereotipo viviente para todos, en ocasiones tu verdadero yo lucha con ese rol. Todo seria tranquilo si entre esos dos seres que han de convivir en un mismo ser, se complementaran, se fusionaran como uno. Lo malo es cuando esa personalidad y el rol se convierten en enemigos íntimos y privados de uno mismo.

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