martes, 16 de noviembre de 2010

La cama

Si digo que hace frío, no mentaría, hace un frío de apaga y vámonos, sin estar aún en invierno, propiamente dicha la estación. Y no hay remedio alguno, por mucho intentar abrigarme, esta humedad se ha pegado a mis huesos. Podría llevarme el ordenador a la mesa camilla, abrir allí el Word, con una temperatura apacible en la estufa.

Porqué no lo hago, tengo dos razones, la primera debo volver para colgar, salir de algo confortable, endiabladamente calentito y pasar el témpano de mi habitación, no es una de mis cosas preferidas, la segunda, al sentir la baja temperatura, es como si me revitalizara.

Cierto, debería buscarme un activador con menos carga de contraer una enfermedad, nada es perfecto. Las perfecciones no existen, por mucho buscarlas siempre encontraras un mínimo fallo en algo, sino lo hay, te los inventas, total la cosa es no estar nunca contento.

Qué poco gusta el sentido de acostarte con una sonrisa, pensando que maravilloso día he pasado, no señores y damitas mías, como voy a olvidarme. De ese sentir cuando hablamos de sexo. Es aquí donde no sólo recostamos la cabeza con toda la calma del mundo, sosegados, con el anuncio de licor del polo puesto en nuestro rostro, sino somos capaces de cerrar los ojos antes de llegar a la almohada, ¡cuándo por lo general, solemos moverla y ponerlo a nuestra posición! Ah pero cuando no se tiene del néctar de la pasión, cuantas veces nos acostamos diciendo a lo bajito, “voy a dormir como los mismos ángeles, ya he estado en el cielo”.

Por más otoño no siempre llueve, ¡maldades de sequía!

Debemos tener un día tan platónico como aburrido, una balsa. No, mejor sería una cúpula en donde estuvieras encerrado y solitario. De ese modo no te molestaría, la calle con su polución, el tráfico infernal con los coches colándose en los atascos, el ruido del ascensor al bajar los del quinto y la música de tu hijo, a toda voz en su cuarto, cualquier excusa vale, ni hablemos de los endemoniados “jefes”. Estos son de una categoría superior, si antes la cristiandad culpaba a Eva, hoy travestimos a los “jefes”, no solo como una malvada mujer pecadora, que también le metemos el veneno de la serpiente. Siempre es ir al mismo caminito de Roma, ¡nosotros, somos los buenos, ellos son los malos!

El sentido práctico de ir a dormir con una sensación, agradable, es completamente de locos en una noche de diario, es mucho más juicioso, el darle puñetazos a un trozo de látex antes de ir a buscar el sueño como un querubín. Y es que veinticuatro horas, no dan para que sea nada perfecto.

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