martes, 9 de noviembre de 2010

¿Sin importancia alguna?

El mismo tema otra vez. Sí, veamos en lo que gasto más horas del día es en hacer cajitas, pero hoy no voy a comentar su contenido, sino más bien palabras dejadas al aire comentario de esas que logran que se disparen tus alarmas.

Situémoslo. Agachada sobre una caja y metiendo cosas, sudorosa, cansada, rabiosa y desesperada, una vez mas igual lo mismo de ayer. Una voz dulce y afable llega a tus espaldas, “pues, no sé porqué se lleva ese espejo, a saber donde estará esta dentro de unos años”, las manos se paralizan por milésimas de segundo he intentas no exasperarte, ni contestar con la lengua, pero sí con el pensamiento, ¿adivináis? Suspiro ante la ilusión, si fuera posible…

Debes continuar, con la lengua mordida durante toda la tarde, cuando llegas a ese punto donde dices, tiempo para mí, por hoy finalizado todo trabajo extra. Vuelves con el comentario una vez y otra, te preguntas si los demás no dan un duro por esa nueva vivencia en el lugar que tienes el nuevo piso.

¿No, verdad? Si hubiera un atillo de duda en toda tu capacidad de adaptación, te lo hablarían francamente, no en esa templadita y envenenada frase, con tanto significado de segundo grado. Un momento, alto el pasó, no es mas fácil el decir las cosas como si fueran dichas al “sin querer, queriendo”. Ten sentido común cariño, no te vayas a embalar y terminemos como en la batalla de Lepanto, respira, relajación, ponte una tilita en vez de un te, escucha música. No, nada funciona, sigues con la cabeza encrespada.

Porqué razón vas a estar días y noches, rematando faenas de nunca acabar, para luego volver a desmontar, colocar con su largísimo etc, si al final volverás a embalar todo, según sus criterios. ¡A caso piensan que te aburrirás como una condenada en el pueblo! ¡Tú chica de ciudad, asfalto llano, de no ver cuestas en tu vida y mucho menos subirlas si las puedes rodear! Baja de las nubes mi niña, en el pueblo no hay cuestas, vas de llano en llano.

Te han dejado el aguijón y se han marchado sin soltar todo lo que deseaban decirte, seguro eso debe ser. Te ven como esa viajante de carreteras, sin parar dos noches en un mismo hotel. Cielo, estas rizando el rizo, tú y la fantasía. ¿Desde cuándo no duermes en un hotel? Poquitos meses te contestas con la boca chica. ¿Puede que sólo fuera una frase de esas mil veces escuchadas y hechas, sin importancia alguna?

Podrían tener razón, le das muchas vueltas para algo tan insignificativo, por mucho que hayan despertado tus nervios. Otra mudanza en un par de años, bajada de hombros y cara de circunstancia, con un “no, por favor” susurrado en un tonito agónico. Si, de verdad no dan dos duros por mi estancia definitiva allí, saliéndose los demás con las cuentas al bolsillo; y yo en algún momento decido otra vez cambiar de lugar, me sale la vena Scarlett O’Hara, jurando con el puño en alto.

Me largo con la mochila al hombro y el pasaporte en mi bolsillo.

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