miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ofrecimientos de amor, madera madera.

Preguntarme como ha sido está asociación de ideas, queda totalmente prohibido.

Yo tendría unos quince años, por esa edad rondaba, entre ensoñaciones, romanticismos varios, para poderme impactar una pequeña leyenda urbana.

La hermana de una de mis amigas de aquel entonces, preparaba regalo para su aniversario con su novio, café entre todas, cada una aportando una sugerencia, hasta aquí de lo más normal, pero llego la idea fatídica “cómprale un encendedor”.

Según esta hermana mayor, llena de experiencias y sabiduría, ese regalo no es de los permitidos, pues cuando haces tal ofrenda te dejan plantada en unos meses, sin poderlo remediar, es el tabú de los obsequios entre enamorados. Era toda una erudición femenina, callejera experimentada y confirmada.

Allí estaba yo, con mis golondrinas Bécquerianas revoloteándome por la cabeza, recibiendo esa gran noticia, me impacto tanto que jamás he consentido tal agasajo, primero por estos conocimientos y segundo. Me parece de un gusto pésimo acompañado de cierta tacañería. Habrá cosas para comprarle a una persona, más interesantes, con una apariencia menos cutre, quedando así como los mismos angelitos rosados del Vaticano, que no un cilindro o rectángulo de plástico, sin pensar en los de oro ¿se siguen haciendo?

Al fin y al cabo es sólo un cuento más de los tantos, aunque toda leyenda e historia tiene una moraleja, un sentido de realidad.

Yo no recibo mecheros para consumir mi tabaco, en cierta manera. Pues si hago memoria de todos los hombres pasados de mi vida, con sus respectivos presentes, podría transformar este utensilio barato y cochambroso, por otro más culto pero con igual mala suerte.

Sí, cuando me veo un libro envuelto con tanto entusiasmo, cojo el mechero con la otra mano y sopeso cuál de los dos es peor, en el sentido de talismán de la mala prueba de amor. Y es que señoras y caballeros míos, no sólo han sido con letras impresas, sino también un ¡cuaderno de Moleskine! Y hasta luego corazón…

Mi consuelo es pensar, que cada ser humano, tiene la misma experiencia, con este amplio repertorio de dádivas. Siendo cerebral el alivio no llega con este pensamiento.

Viene de la mano de poder excusarse con el pretexto de un regalo que trae mala suerte en el amor. Así te salvas de pensar que la culpa no es tuya, ni algo compartido entre dos.

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