domingo, 7 de noviembre de 2010

Mendel el de los libros


Mendel el de los libros

Stefan Zweig

Acantilado Editorial.


Escrito en 1929, Mendel el de los libros narra la trágica historia de un excéntrico librero de viejo que pasa sus días sentado siempre a la misma mesa en uno de los muchos cafés de la ciudad de Viena. Con su memoria enciclopédica, el inmigrante judío ruso no sólo es tolerado, sino querido y admirado por el dueño del café Gluck y por la culta clientela que requiere sus servicios. Sin embargo, en 1915 Jakob Mendel es enviado a un campo de concentración, acusado injustamente de colaborar con los enemigos del Imperio austrohúngaro. Un breve y brillante relato sobre la exclusión en la Europa de la primera mitad del siglo xx.


No puedo dar muchas razones del porque dejé el libro que estaba leyendo, para comenzar Mendel, después de mucha espera llego su momento. Quizás sea una más de los tantos blogereos que escriben sobre este libro, la decisión es toda vuestra, si deseáis seguir leyendo o dedicar vuestro tiempo a otra cosa.

Al principio sonreía, al ver a la voz conductora de la historia con esa memoria selectiva, en el sentido del fogonazo, me recordaba a cierta conversación de hace noches con mi amigo Jordi. Su comienzo fue ese, una amplia abertura de labios, hasta llegar al momento en que leí el nombre del verdadero protagonista, Mendel.

Cómo explicar el enamoramiento de un lector por un personaje ficticio, de cual manera podría hacer que se comprendiera el sentir por unos y no otros, es aproximadamente un picor en el pecho con un revoloteo sensorial y un llamamiento al cerebro. Nada que ver con esa flecha de Cupido aun cuando te deja de igual forma temblando. Así ha nacido un amor, llamémosle platónico por cierto judío.

Fui poco a poco conciente de estar en ese café de Viena, entre apuntes, libros y concentración, dejándome paso a un mundo enriquecedor en su interior, sintiendo el orgullo de ese don, con la mano agarrada junto a la suya por el amor a los libros, con la cordura pendiente de la fina línea de la locura, dos mundos en uno.

Sabes por décimas de segundos que la humanidad gira aunque tu estés parado junto a Mendel en esa habitación, sentada en la mesa de mármol y aun viendo venir lo que puede ocurrir, te aferras a ese espacio atemporal.

Y es aquí donde su autor te hace recapacitar, de cómo un alma se puede romper en mil astillas, cuando su mundo ya no esta, no importa cuanto sepas de ello, te sorprende con la misma intensidad, desconcertando, abrumando.

Recaes en esos detalles fuera de esas paredes, de los secundarios, amables y humanos, haciéndote ver con más facilidad, la humanidad del personaje central, junto con las miserias de una época y de sus personas.

Cuando cierras el libro, ya no son personajes ficticios, hay un café en Viena, con una mesa esperando a quien no volverá. Zweig, tiene la habilidad abismal de lograr contar en pocas páginas una vida entera y las de quienes la rodean, tiene el exquisito gusto, de no empalagar con detalles que no interesan, mostrando sólo lo que verdaderamente importa.

No puedo comparar otra obras del autor, pues mi pecado es ser recién nacida como lectora suya, si diré que he sido bautizada por uno de los libros más bellos, si se me permite repetirme será uno más de mis pequeños o grandes tesoros.

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