viernes, 12 de noviembre de 2010

Un prejuicio menos

Tengo dos opciones.

La primera irme con el frío que hace hoy a remeterme en una estufa, con el libro de Wilkie Collins, algo así no se debería pensar dos veces, un te, la mantita, acurrucada calentita y con una gran historia, porque seamos sinceros, yo seré adictísima a este caballero, ¡es que él, es muy grande!

La segunda, me apetece cierto libro, naturalmente no lo tengo en casa y no voy a dejar a uno de mis escritores fetiches, por una desconocida para mí. Se replantea una versión cinematográfica de esa autora, podría ver la película, tener una tarde noche de cine, esperar a mi visita nocturna de cada noche y más tarde leer un poco. La cuestión es, si debo o no romper mi pauta de no ver películas, sin antes leerme el libro.

Digamos que mi cartera de euros, este mes está ya en negativos, los libros del círculo, más uno de una colección que yo esperaba, para el mes que viene ha llegado adelantado… así pues debo desembolsar más de la cuenta y si fuera poco, hoy o mañana sale en bolsillo un libro de Virginia Woolf. Debo esperar a comprarlo en ese formato, la crisis llega para todo el mundo y yo voy incluida en el saco.

El párrafo anterior que nadie lo dude, sirve para convencerme y dejar ese desquiciante prejuicio, vayamos al grano película para hoy. Y libro para cuando se pueda, no es bueno darse todos los caprichos de una sentada, sino me voy a convertir en una mimada repulsiva.

Voy a rasgar un poquito, el velo de “La hija de Robert Poste” ver que me dice su autora Stella Gibbsons, con la versión que hizo de su libro, John Schlesinger. Cómo bien sabéis suelo ser más bruja mala que angelito, aquí para haceros la boca agua os dejo un pequeño detalle, pillar el babero.

Buenas noches de cine.


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