viernes, 19 de noviembre de 2010

Lucha

Las mujeres solteras están en pie de guerra.

Un buen titular para un artículo, llama la atención, es directo, posiblemente hasta gracioso. En el momento, en que estas señoras con su enfado son tus propias amigas, la cosa cambia. Qué ha causado tal estado, podría inventar otro motivo más atractivo, pero no se trata de mentir, sino de analizar la situación. El problema llega del sexo masculino, igual en todos los tiempos, una vez más la vieja historia entre mujeres y hombres.

Cuando no teníamos libertades, derechos recibidos de un Estado ni de la sociedad. La mujer luchaba, por su libertad de pensamiento, como persona y no sometida a su familia o marido, de poder actuar como único ser, tomar decisiones y administrar su vida con sus bienes materiales, además de otros muchos derechos. No se imaginaban como serian las mujeres actuales, descendientes de todo lo que ellas no tuvieron. En un punto somos unas iguales a las otras, luchadoras e insatisfechas.

La pelea no ha terminado, buscamos otras metas, igualdades, aun no se ha conseguido todo, ganamos pequeñas batallas o grandes según se vea, pero por muchos triunfos. La mujer sigue buscando algo esencial, el amor. Nuestras progenitoras se debían someter a los distintos hombres de su vida, nosotras nos sometemos a una forma de vida.

Muchas tienen la suerte de encontrar una convivencia con el otro sexo, plena, pero no son todas las mujeres. Existe ese sector si antes visto como raro hoy en día tan habitual, denominado soltería.

Este a su vez lo podríamos seccionar.

Sección A, calculadores, optan con seguridad en no firmar ningún papel en blanco con la palabra matrimonio o compromiso. Tomando su vida como un núcleo reservado, los sentimientos una molestia, las vivencias un experimento, donde el disfrute narcisista es la base suprema del sibarita.

En la B, los probadores, estuvieron en pareja, saborearon cada día el despertar con el ser amado. Calentándose al final entre las ascuas de los reproche, no fueron ellos quienes tomaron la decisión o si lo hicieron dejaron llegar el último momento. Están achicharrados retorcidos y quemados, toman el compromiso con pies de plomo, desconfían de las palabras bellas y de los momentos de más de una semana.

C, yo valgo mucho, aquí nos topamos con una mezcla, hay de todo un poco, por mucha soledad, siempre esperan algo mejor, viviendo en un limbo temporal. Son los soñadores natos, románticos por naturaleza con un deje de mezquindad superior. Cualquiera no vale para obtener su amor, dejan pasar los años. Y un día descubren que el tiempo se esfumo, las juventudes se marcharon y solo queda un encogimiento de hombros con su pensamiento de “yo sigo valiendo mucho”

La D, buscadores, rastrean todo resquicio de sentimiento, husmean con la posibilidad de perder ese sello que tanto los agobia, desean ser otra cosa más normal como la familia feliz, van de una relación a otra, retorciéndolas todas por su afán de ser la definitiva. Enfadados al comprender el aislamiento. Con un brazo sin torcer para no perder la esperanza.

Porque están en pie de guerra las solteras, muy fácil, la respuesta se ve en la calle cuando sales, en las comunicación o falta de ella, en ver cómo han de luchar aun por un hombre de verdad.

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